Cacao by Jorge Amado

Cacao by Jorge Amado

autor:Jorge Amado [Amado, Jorge]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1933-01-01T05:00:00+00:00


Jaca

¡Jaca! ¡Jaca! Los chicos se trepaban a los árboles como monos. La jaca caía, bum, bum, ellos le caían encima. Al poco tiempo quedaban la cáscara y el carozo que los chanchos devoraban a gusto.

Los pies desparramados parecían de adultos, la barriga enorme, inmensa, de la jaca y de la tierra que comían. La cara amarilla, de una palidez tenebrosa, denunciaba herencias de terribles males. Pobres criaturas amarillas, que corrían entre el oro del cacao, vestidas con harapos, los ojos muertos, casi imbéciles. La mayoría de ellos desde los cinco años trabajaba en la recolección. Y se conservaban así, débiles y esmirriados hasta los diez o doce años. De repente se volvían hombres fuertes y bronceados. Dejaban de comer tierra pero seguían comiendo jaca.

Escuela era una palabra sin sentido para ellos. ¿Para qué sirve la escuela? No adelanta nada. No enseña cómo se trabaja en los campos ni en las barcazas. Algunos, al crecer, aprendían a leer. Se podían contar con los dedos. Escuela de libertinaje eran los campos con las ovejas y las vacas. El sexo se desarrollaba temprano. Aquellas criaturas pequeñas y barrigudas, tenían tres deformaciones: los pies, la barriga y el sexo. Conocían el acto sexual desde el nacimiento. Los padres se amaban sin tapujos y muchos habían visto a sus madres con varios maridos.

Fumaban cigarrillos de tabaco picado y bebían grandes tragos de cachaça desde la más tierna infancia. Aprendían a temer al coronel o al capataz, y asimilaban aquella mezcla de amor y odio de los padres hacia el cacao. Rodaban con los chanchos por el barro y aceptaban la bendición a todo el mundo. Poseían una vaga idea de Dios, un ser algo así como el coronel, que premiaba a los ricos y castigaba a los pobres. Crecían llenos de supersticiones y de heridas. Sin religión, sentían al cura como un enemigo. Lo odiaban naturalmente, como odiaban a las cobras venenosas y a los hijos chicos de los patrones. A los doce años los trabajadores los llevaban a Pirangi, a la casa de las putas. Cuando se agarraban la enfermedad mala, se volvían hombres. En lugar de quinientos reis pasaban a ganar mil quinientos. Chiquillada de nombres corrientes: João, José, María, Pedro, María de Lourdes, Paulo, chicos que nunca tuvieron ni juguetes ni muñecas. Algunos tenían nombres raros de héroes de novela, aristocráticos: Luis Carlos, Tito Livio, César, Augusto, Jorge, Gilca, Alda. Después descubrí que todos ésos eran ahijados de María, la hija del coronel.

Los bautizos se hacían año a año para la Navidad. El coronel y la familia invitaban a un cura para que celebrase una misa en el campo. Familias de Ilhéus, Itabuna y Pirangi llenaban la casa grande. Se sacrificaban chanchos, gallinas, pavos y carneros, bailaban por la noche al son de una vitrola. Ocho días de fiesta de esa gente de la ciudad, que evitaba rozarse con los campesinos, con miedo a ensuciarse y que se divertía desde lejos con las bestialidades que decían.

La Navidad traía las grandes fiestas. Trabajadores de diferentes lugares, familias enteras de contratistas, venían a bautizar a los hijos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.